Thursday, March 21, 2013

Semántica


Parte de la lingüística que estudia el significado de las palabras y de sus cambios y evolución en el tiempo.





Campo semántico es un conjunto de palabras que comparte un contenido común.
Tenis
Baloncesto
Fútbol
Surf
Piragüísmo
Motociclismo
Este conjunto de palabras pertenece al mismo campo semántico.
CONTENIDO COMÚN = DEPORTES

Ejercicios del libro

 
1. Un paciente le dice al médico: me levanté pálido, con fiebre y con náuseas. El médico detecta el problema por esta descripción ¿Tienen valor simbólico esas palabras?

a) Sí. El médico no puede interpretar esas palabras más que por el significado que tienen y ese valor simbólico es el que le hace entender la enfermedad del paciente.

b) El médico las interpreta como símbolos, por lo que significan, pero también como índices de la enfermedad del paciente.

c) Las palabras tienen un valor simbólico y además indican implícitamente la enfermedad del paciente.

2. En la oficina Juan le dice a Pedro: no te vi ayer aquí en toda la mañana. Pedro responde: me levanté pálido, con fiebre y con náuseas. ¿Tienen aquí el mismo valor simbólico que antes estas palabras?

a) Sí, porque significan lo mismo.

b) Sí, significan lo mismo, aunque esas palabras son indicio de cosas distintas a las del ejemplo anterior.

c) Sí, significan lo mismo, pero aquí añaden información implícita.

3. Sigamos con la situación anterior. Tras la respuesta de Pedro, Juan repite sus palabras, imitando su voz en tono burlón y teatral: (ah), me levanté pálido, con fiebre y con náuseas. ¿Qué simbolizan ahora estas mismas palabras?

a) Simbolizan lo mismo, pero ahora además de lo que simbolizan son un índice de que el emisor no se cree la justificación de su interlocutor.

b) Se trata de un uso no literal: el significado de las palabras no forma parte de lo que realmente te comunica.

c) Las palabras no tienen aquí valor simbólico. Se refieren icónicamente a las palabras del oficinista.

4. Una persona con aspecto perfectamente saludable y sin ningún tipo de padecimiento dice al médico estar muy preocupada. Añade con angustia: me levanté pálido, con fiebre y con náuseas. El médico cree que son imaginaciones del paciente. ¿Tienen estas palabras su valor simbólico habitual?

a) Sí, porque tienen el significado habitual, pero aquí son también índices de la aprensión del emisor.

b) Sí, pero aquí, además de su valor simbólico, indican implícitamente que el emisor es muy aprensivo.

c) No. Hay que suponer que el aprensivo emisor está imitando icónicamente a un enfermo auténtico.

5. Consideremos este diálogo. —¿Te dijeron ya lo que costaba la avería?. —(Sí). Me levanté pálido, con fiebre y con náuseas. ¿Tiene el valor simbólico normal esta última frase?

a) Sí, pero tiene añadida la información implícita de que la avería fue muy costosa.

b) Hay información implícita y además no tiene el valor simbólico normal, porque no se usan literalmente las palabras.

c) Sí pero además las palabras son índices de cómo se vio afectado el emisor por la noticia.

6. Observa este diálogo:

El Marqués.— Yo no cambio mi bautismo de cristiano por la sonrisa de un cínico griego. Yo espero ser eterno por mis pecados.

Rubén.— ¡Admirable!

¿Qué tipo de supuesto comunica la respuesta de Rubén?

a) Nada concreto. La respuesta es incongruente con respecto a la pregunta.

b) Comunica principalmente implicaturas, porque dominan en la interpretación los procesos inferenciales.

c) Comunica principalmente representaciones débiles.

7. Observa el siguiente fragmento de Borges y señala si hay palabras que se utilicen interpretativamente:

De golpe hay un silencio total, sólo ignorado por la desatinada voz del borracho. Ha entrado un mejicano más que fornido, con cara de india vieja. Abunda en un desaforado sombrero y en dos pistolas laterales. En duro inglés desea las buenas noches a todos los gringos hijos de perra que están bebiendo. Nadie recoge el desafío.

8. Haz la misma comprobación en este pasaje de Clarín:

—¿Cómo se llama usted? —preguntó el catedrático, que usaba anteojos de cristal ahumado y bigotes de medio punto, erizados, de un castaño claro.

Una voz que temblaba como la hoja en el árbol respondió en el fondo del aula, desde el banco más alto, cerca del techo:

—Zurita, para servir a usted.

—Ese es el apellido; yo pregunto por el nombre.

Hubo un momento de silencio. La cátedra, que se aburría con los ordinarios preliminares de su tarea, vio un elemento dramático, probablemente cómico, en aquel diálogo que provocaba el profesor con un desconocido que tenía voz de niño llorón.

Zurita tardaba en contestar.

—¿No sabe usted cómo se llama? —gritó el catedrático, buscando al estudiante tímido con aquel par de agujeros negros que tenía en el rostro.

—Aquiles Zurita.

Carcajada general, prolongada con el santo propósito de molestar al paciente y alterar el orden.

—¿Aquiles ha dicho usted?

—Sí... señor —respondió la voz de arriba, con señales de arrepentimiento en el tono.

—¿Es usted el hijo de Peleo? —preguntó muy serio el profesor.

— No, señor —contestó el estudiante cuando se lo permitió la algazara que produjo la gracia del maestro. Y sonriendo, como burlándose de sí mismo, de su nombre y hasta de su señor padre, añadió con rostro de jovialidad lastimosa—: Mi padre era alcarreño.

Nuevo estrépito, carcajadas, gritos, patadas en los bancos, bolitas de papel que buscan, en gracioso giro por el espacio, las narices del hijo de Peleo.



https://www.youtube.com/watch?v=dAhnmUF8vm4&feature=player_detailpage





























































































































 

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